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El Perfil del Feminicida: Desentrañando las Características
23/11/2023
Perfil del Feminicida. La aterradora realidad de los feminicidios ha dejado una marca indeleble en la sociedad contemporánea. Cada caso es un mosaico de tragedia única, pero existe un denominador común: el feminicida.
Este individuo, carente de afecto, incapaz de sentir empatía y con un odio profundo hacia lo femenino, conforma un perfil psicológico perturbador que demanda un análisis detenido
Contenido
El Feminicida y el perfil que lo destaca
No solo es necesario entender la magnitud de este problema, sino también desentrañar el perfil psicológico de los potenciales agresores o feminicidas para prevenir tragedias antes de que ocurran.
Manipulación Sutil: La Señal Inicial
Se destaca la tendencia a la manipulación como una característica distintiva de los agresores. Estos individuos buscan ejercer control sobre sus víctimas de manera sutil, tejiendo una red de manipulaciones que pueden pasar desapercibidas. La astucia y la habilidad para torcer la realidad a su favor son herramientas clave en el arsenal del agresor.
La Búsqueda Constante de Victimización
El agresor busca constantemente victimizarse, centrándose en sí mismo y en cómo todas las situaciones afectan su bienestar. Utiliza esta táctica para inducir sentimientos de culpa en la víctima, creando un terreno propicio para el control psicológico. La victimización es una estrategia que precede a formas más graves de violencia.
El Control como Obsesión
El deseo de tener el control sobre la pareja es otra característica distintiva de los agresores. Estos individuos buscan ejercer influencia en todos los aspectos de la vida de la víctima, desde decisiones cotidianas hasta relaciones sociales. La obsesión por el control es una manifestación de su necesidad de dominio y una señal de alerta temprana para quienes puedan estar en una relación con un potencial agresor.
Desconfianza Crónica - Celos Patológicos
La desconfianza crónica es una marca registrada de los agresores. Se manifiesta en una constante desconfianza hacia todos los que rodean al agresor, a menudo acompañado de celos intensos. Estos celos pueden comenzar de manera aparentemente inofensiva, pero la intensidad de los celos puede ser un precursor de formas más graves de agresión, tanto verbal como física.
Egoísmo y Arrogancia: Rasgos Inquietantes
El egoísmo y la arrogancia son rasgos intrínsecos en el perfil del agresor. Estos individuos se centran en sí mismos, desconsiderando las necesidades y sentimientos de los demás. La creencia en su superioridad y el deseo de ser adorados se traducen en comportamientos que van desde la manipulación emocional hasta formas más extremas de violencia.
El origen
Raíces en la infancia
El comportamiento de los familiares durante los primeros años de vida puede moldear la predisposición de un individuo hacia la violencia. Si el entorno familiar está marcado por la agresividad, la violencia o el abuso, el aprendizaje social o de imitación puede convertirse en la norma para el individuo, creando un terreno fértil para futuras conductas violentas.
Raíces Culturales
Se debe explorar las raíces culturales del feminicidio, remontándonos incluso a la época precolombina. La ambivalencia de valores en torno a lo femenino, señala, tiene sus raíces en lo cultural. Este conflicto se refleja, por ejemplo, en el doble discurso en torno a la palabra madre, que oscila entre significar la progenitora y ser utilizada peyorativamente.
Las mujeres, entonces, se encuentran en desventaja simbólica, marcadas por menosprecio cultural y una posición desfavorable arraigada en la historia y la costumbre.
Trastornos Psicológicos y la Ruta hacia el Feminicidio
La afirmación de que el feminicida no tiene un patrón de conducta predefinido es desconcertante. Sin embargo, el consenso entre expertos es que estos individuos no sufren de trastornos mentales típicos.
A diferencia de quienes padecen trastornos mentales, el feminicida no sufre, disfruta haciendo sufrir a otros. Existe una torcedura psíquica, una fractura originada en la depresión y la violencia, que impulsa al feminicida a destruir a otros y, de alguna manera, a sí mismo.
El trastorno de personalidad tipo antisocial, caracterizado por la falta de respeto a las normas y la insensibilidad al dolor ajeno, se suma al trastorno de personalidad por rasgos paranoide, impulsado por la desconfianza y los celos patológicos.
El trastorno de tipo narcisista, donde el agresor se ve a sí mismo como superior y deseado, completa el trío de factores que pueden desencadenar la violencia extrema.
Descomposición del Amor y el Dolor Afectivo
La violencia extrema surge cuando el individuo ha experimentado una destrucción profunda del amor y el dolor afectivo. Este estado de fractura y tormento, alimentado por factores como la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades, ha creado un caldo de cultivo para grupos delictivos.
En este contexto, la provocación de dolor ajeno se convierte en una nueva forma de enloquecer, una salida para aquellos atormentados que no encuentran alivio de otra manera.
El feminicidio no es un fenómeno aislado; es el producto de generaciones de violencia. La infancia emerge como un campo crucial en la formación de un individuo violento. Si en los primeros meses de vida, el individuo no experimenta la mirada amorosa de su madre, se destina a carecer de empatía social, convirtiéndose en terreno fértil para la violencia.
La falta de límites y la perversidad, definidas por algunos como "ser malvado", son factores adicionales que contribuyen a esta espiral de violencia que se perpetúa de generación en generación.
El feminicidio es una herida profunda en el tejido social. Romper este ciclo requiere un esfuerzo colectivo que aborde no solo los casos ya ocurridos, sino también las raíces culturales y sociales que alimentan la violencia. La conciencia y la acción son esenciales para construir relaciones saludables, para empoderar a las mujeres y para crear un entorno donde la violencia de género sea impensable.
En este desafío, la sociedad, los especialistas y las autoridades deben unirse para tejer un nuevo patrón, uno que erradique la sombra del feminicidio y ofrezca un futuro más seguro para todas.
En última instancia, la construcción de relaciones saludables es la clave para contrarrestar la escalada de la violencia de género. El espacio de seguridad y comodidad en una relación debe ser prioritario, libre de manipulaciones, control obsesivo y desconfianza crónica.
La lucha contra el feminicidio no solo radica en la reacción ante los casos ya ocurridos, sino en la prevención activa y la creación de un entorno donde las mujeres puedan vivir sin miedo.
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